En la mitología griega el Dios Ares es el protector del Olimpo y líder de los ejércitos. Poseedor de una gran virilidad, su historia da cuenta de más de 30 amantes mujeres. Si quieres saber quién es el dios de la guerra en la Antigua Grecia, sigue leyendo más sobre esta aguerrida deidad.
¿Quién es el Dios Ares?
Ares es el dios griego de la guerra. Hijo de Zeus y Hera. Tomando en cuenta los versos de Homero, son muchos los atributos que esta deidad poseía y muchos más los epítetos que recibía: era la personificación de la valentía, máximo representante de la virilidad masculina, “protector del Olimpo y de los ejércitos”, “líder de los ejércitos y de los hombres justo, auxilio de los débiles y pare de contar.
En el arte de la guerra, Ares es quien representa la barbarie y las atrocidades de la guerra. También es el dios de la virilidad masculina, teniendo en su historial de vida mitológica más de treinta amantes mujeres y una gran descendencia. Afrodita, la diosa griega del amor y la belleza es su amante predilecta, además de su compañera de batallas. En la mitología romana se equipara con el dios Marte.
Pese a ser el dios de la guerra, no siempre le acompaña la victoria en sus contiendas. No fueron pocas las derrotas que sufrió y las heridas recibidas en batalla. Tal es el caso de sus confrontaciones con su hermana Atenea, quien también es diosa de la guerra, de la estrategia en el combate y de la sabiduría, así como su pelea contra el semidios Heracles, en las cuales resulta malherido.
Ares no posee muchos lugares de culto reconocidos o templos en su honor. Algunos especulan que esto ocurre debido a que más que una deidad, Ares es en sí mismo la representación de la guerra, es su esencia y su acción: Ares es la batalla.
Es representado con su armadura de bronce, escudo y lanza en las manos. Sus animales sagrados son los buitres y los pájaros carpinteros, y los perros se sacrifican en su honor. Posee un majestuoso carro tirado por cuatro caballos inmortales.
Entre los epítetos que se le atribuyen están Maleros, que significa brutal; Teritas, nombrado así por el nombre de su niñera Teros; Miaiphonos, que quiere decir manchado de sangre. También se le llama Enialio, Brotoloigos o destructor de hombres; además de Androfontes, que se traduce como asesino de hombres.
Nació y vivió en la tierra de los tracios y bárbaros, al norte de la Hélade, en la Grecia continental. En este lugar se refugió luego de ser sorprendido en uno de sus encuentros con Afrodita, mujer que en muchas ocasiones le fue infiel a su esposo Hefesto con el atractivo dios.
Durante la guerra de Troya, Ares peleó en los dos bandos que se enfrentaban, como una forma de reconocer y compensar el valor y el coraje de ambas partes. Su presencia destructiva se dejaba ver en los males que atormentaban al hombre, incluso las epidemias y plagas. En su faceta más sanguinaria y bárbara llegó a ganarse el desprecio de algunos dioses, incluyendo sus padres.
El nombre de Ares también fue usado como un adjetivo para representar a otras deidades griegas cuando mostraban características violentas. Nombres como Zeus Areios, Afrodita Areia o Atenea Areia podrían encontrarse. El mismo Apolo asumió este epíteto cuando mostró su ira en la Ilíada, mostrándose incluso más cruel que el mismo Ares.
Culto a Ares
El culto en honor a Ares se extendía desde Asia Central hasta el occidente de Europa. Su figura fue objeto de adoración en la Grecia antigua, principalmente por los ejércitos y guerreros antes y durante las batallas. Sus más fervientes cultores se encontraban en Esparta y Macedonia, entre los que destaca el gran Alejandro Magno.
En los manuscritos de Plutarco y Calístenes se encuentran registros de las ceremonias realizadas por Alejandro Magno en honor al Dios Ares antes de salir al campo de batalla. Estos rituales incluían libaciones, encantamientos y sacrificios de animales para ganar el favor del dios de la guerra.
A través de Tracia y Escitia se implantó el culto a Ares en la región al norte de Grecia. En Escitia, la representación del dios era una espada, con la cual se hacían sacrificios de animales, principalmente ganado e, incluso de esclavos. Esta práctica era considerada por los griegos como propia de los pueblos bárbaros.
En la mitología de la fundación de Tebas aparece el dios Ares. También se le señala como creador de las Amazonas, en cuyo territorio levantaron un altar que las mujeres guerreras dedicaron a su dios en una isla ubicada en el mar negro. En ese monumento se resguardaba el plumaje del Ornithes Areioi, una de las aves sagradas de la divinidad griega.
Por medio del historiador griego Pausanias se conoce de la existencia de una estatua del Dios Ares encadenado, que estaba ubicada en Esparta. La imagen representaba el espíritu combativo y el triunfo que jamás abandonaría a los espartanos. Los sacrificios que se le hacían al dios eran cachorros de perros negros.
En el relato mitológico de los Argonautas se sostenía que en la ciudad de la Cólquide, el vellocino de oro se mantenía suspendido de un roble en medio de un bosque consagrado a Ares.
De allí surge la creencia de que los Dioscuros llevaron a Laconia la estatua de Ares que permanecía en el templo de Thareitas, durante su viaje de Esparta a Terapnas. También le fue consagrada la isla Chalceritis, conocida también como Aretias, Aria o isla de Ares, en la cual se creía que habitaban las aves del Estínfalo.
En el siglo II, Pausanias vio el templo de Ares, en el Ágora de Atenas, que era el centro de actividades de la ciudad griega. El historiador asegura que era un templo en honor a Marte, el dios romano, que fue trasladado y posteriormente dedicado a Ares, durante la época de Augusto. En el lugar estaba una estatua de Ares, realizada por Alcámenes.
El Areópago, lugar donde predicó el apóstol Pablo durante su estancia en Grecia, era conocido como la “colina de Ares” y está situado cerca de la Acrópolis ateniense y era el lugar donde por muchísimo tiempo se celebraron los juicios.
En Olimpia también había un monumento en honor al dios de la guerra. En Tegea también se le rendía culto bajo la figura de Ares Afneo. En Tebas había una fuente con su nombre y en Gerontas erigieron un templo que el que una vez al año se realizaba un festival en honor al dios, en el cual no se permitía el acceso a las mujeres.
Con el paso del tiempo y las diferentes guerras que acabaron con gran parte de la antigua Grecia, pocas son las representaciones artísticas y los monumentos en honor al Dios Ares.
Lo que ha llegado hasta los tiempos modernos son algunos hallazgos arqueológicos, recuperados durante el siglo XX, puesto que durante la invasión romana, los emperadores ordenaron hacer desaparecer todo lo relacionado con las deidades griegas y sus creencias religiosas.
Poco a poco se han ido encontrando otras piezas que dan fe del esplendor de la vida en la Antigua Grecia y su esplendor cultural, tan relacionado con el culto a los dioses olímpicos. Así, han aparecido monedas, estatuas, relieves, joyas y bustos, no solo de Ares sino también del resto de las divinidades griegas.
Hay quienes sostienen la teoría de que Ares es un dios importado de otras latitudes fuera de Grecia, debido a que le dedicaron pocos cultos a esta deidad en la Acrópolis. Sin embargo, no existen pruebas que sustenten tal aseveración. Solo en aquellas ciudades donde la guerra era un modo de vida se le rendía honores al dios. Esparta es el gran ejemplo de ello.
Mitología
Ares también se identifica como un guerrero heroico, cuyo epíteto Enialio Ares así lo demuestra. Era el ejemplo a seguir por los efebos de Atenas, jóvenes que se alistaban en el servicio militar y cuyo juramento era un tipo de culto al dios que los gobernaba. Muchos son los relatos mitológicos en los que Ares es protagonistas, de los cuales se reseñan algunos a continuación.
Ares y Afrodita
El poeta Demódoco canta en su historia que Afrodita, diosa del amor, no es feliz en su matrimonio con el dios del fuego y la forja, Hefesto, por lo que decidió serle infiel con Ares. Helios, el dios del sol, los espió un día mientras hacían el amor en los aposentos de Hefesto y decide contárselo. El esposo, enfurecido, urdió un plan para sorprenderlos.
Fabrica una red invisible de metal tan fuerte que ningún dios, mucho menos un mortal, podría romperla. Colocó la cadena sobre la cama para inmovilizar a la pareja, pues actuaría con los primeros rayos del sol. Hefesto salió de su casa para regresar al día siguiente, momento que aprovechó Ares para entrar sigilosamente a la habitación de su amante.
El dios de la guerra deja a su guardia Alectrión en la puerta para que le avise cuando salga el sol pero el joven se queda dormido. Tal como lo había planeado Hefesto, al salir el sol cayó la red sobre los infieles, inmovilizándolos de inmediato.
Al llegar y encontrar a los amantes en el lecho, Hefesto, lleno de furia, llamó a los otros dioses para que testificaran el adulterio. Las deidades femeninas no asistieron por decoro, mientras que los hombres se limitaron a disfrutar de la belleza de Afrodita y a burlarse de Hefesto.
Una vez liberada la pareja, ella escapó a Pafos, su tierra natal, y él a Tracia. Como castigo por su error, Ares convirtió a Alectrión en un gallo para que nunca olvidará anunciar la salida del sol.
Pero ni Afrodita ni Ares cumplieron su juramento de no volver a verse, pues luego de aquella ocasión fueron muchas más en las que disfrutaron de su amor secreto.Esta historia fue ampliamente representada por diferentes artistas, principalmente en el Renacimiento. El amor entre Ares y Afrodita fue fructífero, pues tuvieron ocho hijos, incluyendo a Cupido, el dios del amor.
Ares encadenado
En la obra la Ilíada, la diosa Dione le cuenta a Afrodita un mito sobre los gigantes ctónicos un mito relatado en la Ilíada por la diosa Diones a Afrodita, dos gigantes ctónicos, los alóadas Oto y Efialtes. Estos, encadenaron a Ares y lo mantuvieron encerrado dentro de un envase de bronce durante trece meses, o lo que dura el año lunar. La intención de los gigantes era invadir el Monte Olimpo.
Ares fue rescatado por su hermano Hermes.Pero , según la profecía, los gigantes no pueden ser asesinados por ningún dios o mortal, por lo que Artemisa, también hermana de Ares, se hizo pasar por un cervatillo y engañó a los gigantes hasta lograr que se arrojaran flechas el uno al otro y se mataran entre sí.
La Guerra de Troya
En la Ilíada de Homero, se relata que Ares peleó en los dos bandos que estaban en batalla, para premiar el valor y el coraje de ambos. Combatió junto a Aquiles y los aqueos porque se lo había prometido a su madre Hera y a su hermana Atenea; y también luchó a favor de París y los troyanos, por solicitud de Apolo y Afrodita.
En medio de la batalla, el aqueo Diomedes se sorprendió al ver a Ares peleando junto a los troyanos, por lo que ordenó la retirada de sus soldados. Al ver la desigualdad en el combate, Hera le solicitó a Zeus que alejara a su hijo del combate.
Ares embistió a Diomedes pero Atenea lo desvió. Diomedes respondió con su lanza y Atenea guió el golpe hacia Ares, quien resultó malherido. Escapó al Olimpo para curar sus heridas, lo que llevó a los troyanos a abandonar el campo de batalla. Zeus lo reprimió severamente:
“No te sientes a mi lado y te quejes, mentiroso de doble cara! ¡Para mí eres el más odioso de todos los dioses que sostienen el Olimpo! ¡Siempre peleón, es lo que quieres para tu corazón, guerras y batallas!… Y sin embargo, no soportaré mucho verte con dolor, ya que eres mi niño… Y para mí fue tu madre quien te aburrió ¡Pero si es que naciste de algún otro dios, resultaste tan ruinoso! ¡Hace mucho que no te habrían dejado caer debajo de los dioses del cielo brillante!”
El llanto de Ares
En el relato homérico la Ilíada se reseña que cuando Ares escuchó, por boca de Zeus, que su hijo Ascálafo había muerto, rompió en llanto. Deseó unirse a la batalla junto a los aqueos, aun contraviniendo las órdenes de Zeus de que ningún dios interviniera en la contienda. Atenea lo ayudó a calmar su dolor mientras lo ayudó a quitarse la armadura.
Cuando Zeus dejó que los dioses participaran en la guerra, Ares buscó vengarse de Atenea, pero resultó herido nuevamente. En esta oportunidad, Atenea lo golpeó con una piedra y Ares cayó de forma violenta, destrozando siete yuntas de bueyes. Cuando la piedra alcanzó a Ares, también asesinó a Ilíada y lo envió a regentar Tracia, su tierra natal, considerada una ciudad de sabiduría.
La fundación de Tebas
Zeus secuestra a Europa y el padre de la joven, en medio de su desesperación, envía a sus hijos a rescatarla. Cadmo, uno de los hermanos de Europa, decide hacer una consulta ante el oráculo de Pitia y éste le indica que debe abandonar la búsqueda, pues su destino es sembrar las bases de una nueva ciudad. Le dice que siga una vaca blanca hasta que caí rendida y allí fundó la ciudad. Lo hace y llama a la ciudad Cadmea, que luego será Tebas.
Como muestra de gratitud ante los dioses, Cadmo debe presentar a la vaca en sacrificio, con el agua que brota de un manantial cercano. Envía a sus hombres a buscarla, pero estos no regresan; envía a otros y tampoco vuelven. Decide ir personalmente a buscar el agua y se encuentra con que un dragón enorme los devoró a todos.
Enfurecido, mata a la bestia y siembra sus dientes, por instrucción de Atenea. De la tierra surgen guerreros armados que luchan entre sí hasta que quedan cinco de éstos, los Spartos, quienes ayudan a Cadmo en la fundación de la nueva ciudad: Tebas.
Ares considera como un desafío la muerte de su dragón sagrado en manos de Cadmo. Para calmar la ira de su hijo, Zeus acuerda que Cadmo sea su siervo durante ocho años. Pasado este tiempo, el joven contrae nupcias con Harmonía, hija de Ares con Afrodita, y juntos gobiernan la nueva ciudad durante mucho tiempo.
La leyenda del Areópago
El Areópago es la colina de Atenas donde se reúne del tribunal para juzgar y dictar sentencia sobre los delitos de índole religiosa. Al pie de la colina, cerca de una fuente, Ares observa que Halirrotio, hijo del dios Poseidón y de Eurite, intenta ultrajar a su hija Alcipe. Enardecido, asesina al joven, por lo que Poseidón lo hace comparecer ante el tribunal del Olimpo, que lo absuelve al final.
Ares y Adonis
Cegado por los celos a causa de la relación que sostiene Afrodita con Adonis, Ares se transforma en jabalí y asesina al hermoso joven a cornadas. Afrodita toma a Adonis entre sus brazos mientras éste agoniza y de cada gota de sangre derramada sobre la tierra, nace una anémona.
El joven muerto desciende al Hades. Llena de dolor, Afrodita le implora a Zeus para que le permita compartir una parte del año con Adonis. Así, pasan juntos la primavera y el verano, pero vuelve al inframundo durante otoño e invierno.
Ayudantes
Ares tiene muchos ayudantes, principalmente sus hijos, que lo acompañan en sus muchas batallas. Como consejera principal tiene a Temis, diosa de la justicia y del orden correcto en el proceder y las cosas.
En las batallas le ayudan dos de sus hijos con Afrodita, Deimos y Fobos; también le auxilian los espíritus del miedo y del terror que son sus eternos compañeros de batalla. Además, suele contar con el apoyo de su hermana Enio, diosa de la violencia y el derramamiento de sangre.
Ares también solía estar acompañado por las Macas (batallas); por Cidoimos, el daimon que causa el alboroto en las guerras; por Polemos, quien era un espíritu menor de la guerra, tal vez fuera un epíteto del mismo Ares y las Hisminas (disputas). También lo escoltaba su hija Alaka, la diosa que personifica el grito de guerra griego y que Ares usaba como su grito de guerra.
Eris, hermana de Ares, era una de sus compañeras en las batallas. Su tarea consistía en incitar a los soldados para que lucharan. Su hermana Eris lo acompañaba en los combates, incitando a los soldados a luchar. Hebe, también hermana del dios guerrero, era quien le preparaba el baño.
Símbolos y apariencia
Ares, el dios griego de la guerra suele ser representado como un hombre joven, de cuerpo y rostro lampiño, de cabellera anástole (estilo de los guerreros helenos con el cabello hacia atrás). Un carruaje y una antorcha encendida acompañan al dios en algunas de sus representaciones como símbolos de la deidad.
El carruaje de Ares era tirado por cuatro alazanes y con monturas labradas en oro que lanzaban fuego. En el Olimpo era conocido por su brillante armadura de bronce, su casco de cresta roja, su espada y su lanza. Sus pájaros sagrados eran los buitres y los pájaros carpinteros.
Los Argonautas relataron que los Ornithes Areio, conocidos como los pájaros de Ares, eran aves cuyas plumas lanzaban dardos a sus enemigos. El animal favorito de este dios era el perro. También se le identifica con los dos cuernos, relacionado con el mito del vellocino de oro, “el carnero de lana dorada”, que se representa entre los signos zodiacales como Aries.
Relaciones y descendencia
Dentro de los dioses del Olimpo, Ares es tal vez la deidad que más descendencia ha dejado. Como figura representativa de la virilidad masculina, su historial da cuenta de no menos de cuarenta amantes y alrededor de 60 descendientes directos los cuales dieron sus nombres a ciudades de la Antigua Grecia.
Se cuenta que Cicno de Macedonia, uno de los hijos de Ares, fue tan bárbaro que quiso erigir un templo con los huesos y las calaveras de las personas que había asesinado.
Heracles lo asesinó, por lo que despertó la ira del dios, a quien también venció en contienda, obligándolo a retornar al Monte Olimpo.
La principal relación en la que Ares se vio involucrado fue con Afrodita. Aunque estaba casada con el dios Hefesto, no dudó en serle infiel con el atractivo y viril dios guerrero. De esta forma, Ares y Afrodita comenzaron una relación adúltera de la que nadie más tenía conocimiento. El engaño no duró mucho, pues se vieron descubiertos por Helios, el dios del sol, quien se lo contó a Hefesto.
Tras ser descubiertos, prometieron acabar con aquella relación y ambos huyeron a sus ciudades de nacimiento, ella a Chipre y él a Tracia.
Poco tardaron los amantes en romper la promesa hecha y volver a compartir el lecho y de estas relaciones tuvieron varios hijos, entre ellos Fobos y Deimos, quienes acompañaban a su padre en los combates, siendo que representaban el miedo y el terror, respectivamente. Engendraron, además, a Anteros, Eros, Harmonía e Hímero.
También mantuvo relaciones con Aérope, quien falleció al dar a luz a su hijo Aeropo, a quien amamanta después de muerta. Aglauro, princesa ateniense, es también una de sus amantes, con quien engendra a Alcipe. Con Altea, hija del rey de Etolia y esposa del rey de Caledonia, posiblemente concibió a Meleagro.
Astíoque es una joven con la que mantiene relaciones en secreto en el hogar de Áctor y engendra a Yalmeno y Ascaláfo. Atlanta, la heroína bien dotada para la cacería le da un hijo, Partenopeo. La ninfa Cirene, engendra con Ares al gigante Diomedes de Tracia. Demonice concibe cuatro hijos con la deidad: Eveno, Molo, Testio y Pilo.
Su compañera de batallas y destructora de poblados, Enio, da a luz a su hijo Enialio, otro de sus compañeros de batalla. Eos, la diosa Titánide de la aurora, también fue amante de Ares, pero se desconoce si tuvo descendencia con ésta. Engendra a Euritión junto con la hespéride Eritia.
Filónome, fue seducida por Ares disfrazado de pastor, mientras este andaba de caza junto con Artemisa, y de esta relación nacieron los gemelos Licasto y Parrasio, quienes fueron amamantados por una loba. Del amor que le profesó a la Ninfa Harmonía descienden las Amazonas, tribu de mujeres guerreras.
Ares también raptó a la Ninfa Harpina, quien es hija de Asopo y Metope. La llevó a una antigua ciudad del Peloponeso llamada Pisa, donde engendró a Enómao, el cual se convertiría en gobernante de aquel territorio. Se dice que también mantuvo relaciones con Ilia (Rea Silvia en la mitología romana), quien fue la madre de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.
Otra de sus amantes fue Otrera, una de las primeras monarcas de la tribu Amazonas, junto a quien engendra a sus hijos Antíope, Pentesilea, Melanipa e Hipólita. Pelopia fue su amante y le dio a Cicno, el sanguinario guerrero, como hijo. Con Protogenia engendró a Óxilo y junto a Tirine tiene a Thrassa.
En Tritea, hija de Tritón, engendró a Melanipo, quien fuera fundador de la ciudad de Tritea. Al dios Ares se le atribuyen otros descendientes en amantes desconocidas. Tal es el caso de Niso, Alcón, Tereo, Eagro, rey de los tracios, Partaón, Licimio y Lico.
Himnos a Ares
Como dios de la guerra, Ares era honrado por los combatientes, quienes le rendían tributos y le presentaban ofrendas. Los himnos a Ares eran parte de esta consagración que hacían los ejércitos en la víspera de sus batallas. A continuación algunos himnos en honor al guerrero.
Himno homérico VIII a Ares (siglo VII a. C.)
«Ares, con la descomunal fuerza, jinete de carros, de escudo dorado, corazón de hazañas, portador de escudos, salvador de ciudades, armado en bronce, de brazos fuertes, incansable, poderoso con la lanza.
¡Oh defensor del Olimpo! Padre de guerrero de la Victoria, aliado de Temis gobernador de los rebeldes, líder de hombres justos, rey de la virilidad, que gira tu esfera ardiente entre los planetas en sus siete caminos a través del éter donde tus corceles ardientes te sostienen por encima del tercer firmamento del cielo».
» ¡Escúchame, ayudante de hombres, dador de un joven intrépido! Arroja un rayo bondadoso desde arriba sobre mi vida y la fuerza de la guerra, para poder alejar la cobardía amarga de mi cabeza y aplastar los engañosos impulsos de mi alma, refrena también la furia aguda de mi corazón, que me induce a pisar los caminos de las luchas que cuajan la sangre.
¡Oh, bendito! Dadme la audacia de acatar las inofensivas leyes de la paz, evitando los conflictos y el odio y los demonios violentos de la muerte»
Himno órfico LXV a Ares (himnos griegos, siglo III a.C. al siglo II d.C.)
«A Ares, consagradlo con inciensos, magnánimo, invicto, bullicioso, con dardos de alegría, y en guerras sangrientas; feroces e indómitas, cuyo poder hacer temblar los muros más fuertes desde sus cimientos: rey destructor de muertos, manchado de sangre. Complacido con el espantoso y tumultuoso rugido de la guerra”.
“Tu sangre humana, y las espadas y las lanzas se deleitan, y la ruina de la loca y salvaje lucha. Mantente furioso y vengativo, cuyas obras se afanan en la vida humana más amarga; al adorable Kyrpis [Afrodita ya Lyaios [Dionisio] ceden, para el intercambio de armas, las labores del campo; alientan la paz, a trabajos gentiles, y dan abundancia, con mente benigna «.
Ares en el Renacimiento
Durante el Renacimiento y el período neoclásico, las obras de artes relacionadas con Ares incluían como símbolos representativos del dios su lanza y su casco; su animal favorito, el perro, y su pájaro sagrado, el buitre. En la literatura de esos tiempos, Ares es descrito como un dios cruel, despiadado, sanguinario y siempre sediento de sangre.
Su imagen fue denigrada no solo por los dioses, sino también por los mortales, tal como ocurrió en la mitología de la antigua Grecia
Aunque Ares era uno de los doce dioses del Olimpo, no logró ganarse el respeto de las otras deidades. Esto debido a su carácter irascible y violento, carente de modales y sin muestras de consideración alguna para la humanidad. Constantemente recibía reprimendas por parte de su padre Zeus.
También tuvo múltiples enfrentamientos con sus hermanos, especialmente con Atenea, la diosa femenina de la guerra, por quien fue vencido en varias oportunidades.
Ares poseía muchos atributos: además de ser el rey de la virilidad masculina, era la fiel representación de la valentía, el guardián y protector del Olimpo y de los ejércitos, defensor de las causas y del honor de los hombres. Era el inspirador de quienes salían a luchar en el campo de batalla, quienes solían rendirle ofrendas esperando así contar con su protección durante del combate.
En la actualidad, el culto al Dios Ares, guerrero indómito, se mantiene gracias a la promoción por parte de algunos sectores del helenismo que se mantienen hoy en día. Este es un movimiento religioso y cultural que le rinde tributo a las deidades y tradiciones de la Antigua Grecia, incluyendo todo lo relacionado con el Olimpo y sus dioses. Ares sigue siendo representado con sus símbolos, por lo que trascendió hasta la historia moderna.
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