La Divina Comedia, poema épico, el Alter Ego de Dante, el Peregrino, destaca de entre la amplia obra poética y dogmática que está acostumbrado a ofrecer, siendo sin duda su mejor obra, ya que viaja a través del infierno y el purgatorio para alcanzar el cielo. Es considerada una obra maestra de la literatura italiana y una de las obras de la cúspide de la literatura universal. Intenta apasionar a los lectores acerca de los resultados del pecado y la gloria del cielo, no te pierdas la divina comedia, resumen.
Resumen
La Divina Comedia de Dante es el inicio de la literatura italiana y además la obra más significativa de la Edad Media, porque su significado destaca la importancia de la salvación y el amor divino en una sola obra comprensiva y reducidamente estructurada. Está tan hondamente empapada de la ética cristiana donde todo su argumento y los diferentes temas que aborda están relacionados con ella, iniciando con la trama que se establece durante la semana de Pascua de 1300.
Esta obra de Dante resalta de entre la profunda obra poética y doctrinal de Dante, llegando a ser sin duda alguna su obra máxima. Se considera la obra maestra de la literatura italiana y una de las obras cima de la literatura universal. Es considerada como el mejor poema épico de la literatura italiana, la comedia fue organizada entre los años 1265 y 1321. El calificativo divina fue adicionado después, por Giovanni Boccaccio creador de la obra el Decamerón; y fue con ese título como llegó luego la gran obra de Dante Alighieri a la posteridad.
La comedia es una narrativa muy compleja con muchas menciones de las historias bíblicas, mitos clásicos, historia y política contemporánea por lo que se recomendable siempre repasar una edición comentada o tener a mano un buen análisis de la obra. Por otro parte, el simbolismo de la trama aplaude el ideal del universalismo, donde todo tiene su tiempo y lugar en el mundo de Dios, y su término final de salvación triunfa siempre sobre el escenario contemporáneo de la lucha de poder entre líderes mundanos y religiosos.
La Divina comedia es un poema alegórico, que se compone de tres canticas, partes o capítulos, el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso; los cuales podemos definir de la siguiente manera, para llegar a la felicidad humana y religiosa el paraíso, por lo que es preciso seguir un camino que exige pasar por el rechazo del pecado que corresponde al infierno, por último la purificación del arrepentimiento que lo define el purgatorio.
El Paraíso y el Infierno constan de 33 cantos cada uno y por su lado el Purgatorio consta de 34, lo que hace un total de 100 cantos. Los versos del poema son endecasílabos y están establecidos en tercetos, es decir, estrofas de tres versos.
Definiendo ya el contenido de la obra, hallamos que tanto el infierno como el paraíso como se mencionó anteriormente, se dividen en nueve círculos o cielos, es decir, tres veces tres. Es decir que dentro del infierno se castigan los tres vicios más graves que son (incontinencia, violencia y malicia), y por otra parte en el paraíso se premian las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad).
Tres son las bestias que acechan a Dante, cuando se desvía en la selva, antes de principiar el viaje. Y tres son los personajes centrales de la narración, Dante, el poeta Virgilio y Beatriz, el perfil de la mujer ideal. Y esta es solo una de las representaciones simbólicas que surgen a lo largo de la Comedia.
El gran poema de Dante no es un texto de sencilla o fácil lectura. No, por lo menos, si se quiere valorar y apasionarse por la obra en su totalidad. No sólo se trata de seguir los sucesos, sino de entender que cada personaje, situación y cada etapa del camino, remite a una idea filosófica, o bien, a un evento de la historia de Florencia; a un supuesto de la teología del Medioevo e incluso a momentos de la vida del poeta.
Encaja decir que mientras más comprensión se obtenga en torno a estos temas, mejores serán los conocimientos y el deleite que se puedan extirpar de la Comedia. Dante, acompañado por el poeta romano Virgilio, el cual personifica la razón y el amor de humanos, y, consecutivamente, por Beatriz que era la amada del poeta, siendo la que simboliza a la Divina Sabiduría y el Amor Divino realiza este peregrinaje por los diferentes círculos del Infierno y Purgatorio hasta llegar al Paraíso donde se hallan todos los bienaventurados para exaltar perpetuamente al Creador y gozar de su descubrimiento pleno.
Ahora bien, lograríamos hacer un resumen de la Divina comedia como el recorrido de Dante por tres diferentes niveles del mundo espiritual, en el que se tropieza con una diversidad de paisajes, ambientes, seres y situaciones, que son más o menos apretados, oscuros y terribles, obedeciendo la peculiar condición moral que reflejan. De permanecer con este sentido, el poema se reduce a un trayecto épico, de la que el protagonista sale brillante, debido en buena parte a la sabiduría de sus guías.
Sin embargo, la Comedia se define como mucho más que un largo y asombroso paseo. Prueba de ello es que incluso la estructura de su constitución se ordena afinadamente, conforme a varios significados. Por ejemplo; el número tres, que establece muchas formas la organización del poema, recubre una gran importancia en Dante, pues alude al orden y refinamiento de la Trinidad, entre otros significados.
Estructura
La estructura de toda la obra, así como de sus fragmentos, interpreta la historia que cuenta, como lo manifiesta el uso de los números. El número 3 (símbolo de la Trinidad: Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo) y el número 10 (el número «perfecto»: 3 × 3 + 1) son los ejemplos más interesantes.
La Divina Comedia tiene tres cánticos o partes diferenciadas (Infierno, Purgatorio y Cielo), asi como ya se comentó anteriormente. Cada parte tiene treinta y tres cantos, con la particularidad del primer canto, que tiene treinta y cuatro cantos, sumando un total de cien (el número perfecto al cuadrado: 10 × 10). Cada canto por lo general está escrito en terza rima, es decir, en tercetos que riman de manera entrelazada.
El primer canto que corresponde Infierno, está apreciado como una introducción a toda la obra (formando la estructura aún más simétrica: 1 + 33 + 33 + 33 + 33 = 100), porque las tres partes de La Divina Comedia hacen presencia en el paisaje simbólico del primer canto. Dante se halla perdido en un bosque oscuro. Buscando orientación, resuelve subir una montaña, cuya cima iluminada por el sol simboliza el Purgatorio, mientras que el cielo y el sol representan el Cielo.
Sin embargo, el camino que Dante recorre está bloqueado por tres animales en la ladera de la montaña: un leopardo, un león y una loba, que simbolizan los tres tipos de pecado que corresponden a las tres divisiones principales del infierno.
El espíritu de Virgilio surge y asegura llevar a Dante a la salvación por el largo camino: a través del infierno, el purgatorio y el cielo. Las dudas de Dante se desperdician porque Virgilio ha sido enviado por tres señoras celestiales las cuales son (la Virgen María, Santa Lucía y Beatriz); esto simboliza la mezcla entre la razón humana con la gracia divina, manifestando que la salvación de Dante todavía puede alcanzarse.
Después de entrar en el infierno, que corresponde ya al tercer canto, Dante experimenta que a través de sus tertulias con Virgilio y con otras almas individuales, que cada pecado es penado de acuerdo a su crueldad, pasando metódicamente de los pecados más livianos en los que el pecador cede a sus propios deseos a los pecados más inclementes cargados de violencia (querer activamente el mal) y el fraude (añadir malicia).
El infierno, que se muestra como una monumental cueva subterránea en forma de embudo, se desarrolla en círculos cada vez más pequeños y estrechos hasta el centro de la tierra; allí, en el pozo del infierno, se sienta Satanás, aferrado para siempre y congelado en el hielo del lago Cocytus, perennemente masticando a los tres peores traidores de la historia: Judas, Bruto y Casio.
Cruzando por delante de Satanás, Dante se dirige hacia la salvación. Sin embargo, todos los pecadores en el Infierno perdurarán allí para siempre para soportar los horribles castigos que conducen sus pecados. Luego de todo, entra en el Purgatorio, donde las almas ya están salvadas y casualmente irán al Cielo porque declararon sus pecados antes de la muerte.
Por tal motivo, el estado de ánimo ha transformado completamente: las almas no están apresadas en un aislamiento eterno, sino que experimentan en grupos, de los ejemplos de virtud y vicio que conciernen a su confesión. El Purgatorio se muestra como una enorme montaña en forma de cono. El purgatorio adecuadamente dicho, está constituido en siete anillos de acuerdo a los siete pecados capitales tradicionales (orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, glotonería y lujuria).
Por lo que en la cima de la montaña está el paraíso terrenal (el Jardín del Edén); Hasta este lugar puede acompañarle Virgilio, que tiene prohibida la entrada al paraíso. Es por eso que a partir de ese punto, le guiará Beatriz, el amor platónico de Dante.
Ya limpio de sus propios pecados, Dante se eleva naturalmente hacia el Cielo. De acuerdo con la cosmovisión Ptolomeo, el Cielo está organizado en esferas con la tierra en el centro. Dante reconoce diez esferas que él, en cierto modo relaciona con las llamadas cuatro virtudes paganas de fortaleza, justicia, templanza y prudencia, en diversos grados (del primer al séptimo Cielo), las tres virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad (octavo Cielo), el Primum Mobile (noveno Cielo, que mueve a todos los demás), y el Empyrean (décimo Cielo fuera del tiempo y del espacio, donde Dios habita).
El Empyrean como una etapa de ser también contiene la Rosa Celestial, donde todas las almas benditas habitan. Las almas no moran en los cielos individuales donde Dante se halla con ellas, sino que las ponen allí para que pueda percibir más fácilmente su lugar en el orden divino. Las almas bienaventuradas del Cielo constituyen una comunidad verdadera, aunque rigorosamente jerárquica, que vive con un sentimiento mutuo de amor y bienaventuranza, saturado de alegría y la paz de estar en el lugar adecuado en la creación de Dios. Dante recuerda imágenes de luz lo que está más allá de la práctica humana, como la luminosidad de las almas benditas y la visión de Dios de Dante.
Infierno
La historia comienza con un Dante que, a la mitad del camino de la vida, se ve disoluto. La selva oscura, bloqueada por fieras, en la que prepara el camino del poeta, refleja el caos del alma que ya no halla el sentido de la vida acorde al bien y tan sólo encuentra un débil apoyo en la sensibilidad y las apariencias.
Florece entonces la razón y, más que la sola razón, el conocimiento del arte, representada por Virgilio. El poeta latino se encargará de salvar a Dante del rodeo de las bestias, una pantera, un león y una loba, en las que algunos expertos ven la representación de los pecados de intemperancia, violencia y malicia. Después le conversará de un viaje que se ha proyectado desde el cielo y que le valdrá para reencontrarse con el fin genuino, el único al cual debe consagrar la existencia.
La etapa no será sencilla. Habrá que proceder hasta lo más profundo del infierno, para ver cómo los vicios devastan a las almas. Luego, será participe de la reparación de los pecados en el purgatorio y, finalmente, deberá vislumbrar la luz de Dios, visión que tampoco es fácil de sostener (Canto I).
Dante, como es de esperar, se siente despavorido. Pero Virgilio le muestra rebelandole quién intervino por él para que tal ocasión le fuese concedida. Se trata de su amada Beatriz; en adelante, el solo nombre de la dama le dará la seguridad bienestar y el aliento necesario para continuar con su ardua etapa, incluyendo la caída a los nueve círculos infernales (Canto II).
Adelantan, hasta las puertas del infierno, traspasadas por el río Arqueronte. Hay, sin embargo, un pasillo que antecede al río y en el que un grupo de almas expresan graves lamentos. Aquí relata Virgilio, están encerradas las almas de quienes no apresaron ningún tipo de gloria, pero tampoco lograron algún reproche; no fueron fieles a Dios ni se fomentaron contra Él; no hicieron ni amigos ni enemigos; vivieron sólo para sí mismos, sin dejar huella en el mundo. Fue tal su apatía que no se encuentra sitio para ellas ni en el cielo ni en el infierno y deben conformarse y aceptar con perpetuarse a las puertas de este último lugar (Canto III).
Dante y Virgilio no se estancarán aquí. Ambos se suben a la barca del demonio Caronte, quien los trasladará del otro lado del río, hasta el Limbo, primer recinto infernal. En este lugar se hallan las almas que no tomaron el bautismo y que no hicieron ninguna falta grave, salvo el haber vivido en una época pagana.
Aquí se encuentran Homero y Horacio; Héctor y Eneas; Sócrates, Platón y Aristóteles; y el propio Virgilio, junto con otros cultos, poetas y héroes a quienes no les fue expuesto el verdadero Dios. Durarán ahí mientras el mundo guarde su memoria. Sin embargo, están castigados a vivir sin la esperanza de conseguir alguna vez la gloria divina (Canto IV).
Luego ya de cruzar el Limbo, los dos poetas proceden al siguiente círculo, no sin tropezar primero con el juez Minos. Con su larga cola, este demonio castiga el suelo, sellando el número de círculos que corresponderá bajar el alma (Canto V). Es hasta entonces que el segundo círculo donde se origina el castigo de los pecados de lujuria, violencia y malicia. Queda aclarar que esta simbolización de los vicios proviene de Aristóteles; sin embargo, no todos los pecados que Dante sitúa en el infierno se acuerdan a ella; el sacrilegio no cabía en el catálogo del filósofo griego, pero sí halla un lugar dentro de las faltas castigadas por el cristianismo.
Ya a partir del segundo círculo, el infierno se puede ordenar de la siguiente forma:
Vicios de incontinencia. Castigo al dominio inadecuado de la voluntad
- Segundo círculo. Un torbellino transporta las almas de los lujuriosos (Canto V).
- Tercer círculo. Los voraces avanzan bajo una lluvia de agua negruzca, con nieve y además granizo. El declamo es vigilado por Cerbero, monstruo con tres cabezas de perro que desgarra con sus enormes colmillos a las almas que intentan eludir la lluvia (Canto VI).
- Cuarto círculo. Avaros y pródigos caminan en dos filas, lanzándose bultos unos a otros y repitiendo: “¿Por qué guardas? ¿Por qué tiras?” Su apego desordenado al dinero los somete a tal castigo. Plutón, monstruo de grandes labios hinchados, vigila que lo cumplan (Canto VII).
- Quinto círculo. Los iracundos pelean y arremeten unos contra otros, mientras se encuentran sumergidos en las aguas pantanosas de la laguna Estigia (Canto VIII).
- Sexto círculo. Sepulcros abrazados en llamas contienen a las almas de los sectarios. Papas y eclesiásticos destacan entre los condenados a este suplicio (Cantos IX, X y XI).
- Séptimo círculo. Separado en tres recintos, que castigan tres grados de violencia:
- Los que agredieron al prójimo están dentro de un río de sangre hirviendo (Canto XII).
- Los suicidas, violentos contra sí mismos, fueron convertidos en zarzas y su destino es ser destrozados por las arpías que anidan en ellos. Son las únicas almas que no recuperarán sus cuerpos después del juicio final (Canto XIII).
- Los violentos contra Dios. Hay tres formas de incurrir en este vicio: Violencia contra la naturaleza, hija de Dios; violencia contra el arte, sobrino de Dios, y blasfemia, es decir, violencia contra el propio Dios. Todos estos pecadores caminan bajo una lluvia de fuego (Cantos XIV- XVII).
- Octavo círculo. Aquí pueden recibir su castigo los fraudulentos, quienes en vida mintieron al prójimo mediante la persuasión, la simonía (el soborno para adquirir oficios o cargos dentro de la jerarquía de la Iglesia), la brujería, el timo, la hipocresía, el hurto, los malos consejos, la discordia y la suplantación de personas (Cantos XVIII a XXXI).
- Noveno círculo. Inversamente a lo que imaginamos, la región más espantosa del infierno es helada. Tal es la censura para los traidores. En lo más hondo del infierno e inmerso en el hielo hasta la cintura, está Lucifer. El demonio tiene tres rostros y en cada una de sus bocas mastica a un traidor: Judas, traidor de Cristo, y Bruto y Casio, traidores de César (Cantos XXXII a XXXIV).
Comprendiendo hasta el fondo del último círculo y luego de subir por las espaldas de Lucifer, Dante y Virgilio salen del infierno y vuelven a mirar la luz de las estrellas. No hay mucho tiempo para recuperar el aliento. Cerca de ahí se alza el monte del purgatorio, que también le corresponderán escalar.
Purgatorio
Si el viaje al Infierno involucra un declive continuo y cada vez más profundo, el Purgatorio requiere una voluntad en dirección contraria. En adelante, el camino llevará siempre hacia arriba y cada nuevo sedimento significará, no ya el retroceso, sino la conquista de un mayor grado de virtud.
Antes de remontar por los siete círculos del Purgatorio, uno por cada pecado capital, los poetas pasan el Antepurgatorio, una llanura en donde permanecen las almas de quienes murieron fuertemente, manifestaron demasiado afecto a las cosas terrenas o fueron lentos para la contrición (Cantos I a IX).
El brío de Dante vuelve a aflojar al observar una nueva índole de tristezas, la de las almas que, si bien no han perdido toda ilusión, tampoco están ilesas y deben curarse a sí mismas. Una vez más, es Virgilio quien le impulsa ánimos, pero esta vez no exhorta la imagen de Beatriz; apela, en cambio, a la virtud del poeta: “Sé cómo una torre sólida, que no inclina sus almenas aunque los vientos arremetan contra ella” (Canto V).
En cada uno de los círculos del purgatorio se purifica un pecado capital. Tal como vimos en el infierno, la condena de las almas tiene un mensaje simbólico con sus faltas.
- Primer círculo. Reparación de la soberbia. Las almas cargan enormes peñas sobre sus espaldas, mismas que las obligan a mirar siempre hacia abajo (Cantos X a XII).
- Segundo círculo. Las almas de los celosos llevan unas vestimentas de silicio y sus ojos, que miraron con enojo y humillación la felicidad y el bien de otros, están cocidos con alambres (Cantos XIII a XV).
- Tercer círculo. En medio de una espesa niebla, los espíritus que residen este círculo, desatan el nudo de la ira, para libertarse y ascender (Canto XVI).
- Cuarto círculo. Castigo al “amor del bien que no ha cumplido con su deber”, la pereza. Aquí las almas corren, inducidas por un gran ardor, para remediar la tibieza con la que vivieron (Cantos XVII a XIX).
- Quinto círculo. Los avaros y pródigos entonan alabanzas a quienes laboraron la compostura y la pobreza (Cantos XX y XXI).
- Sexto círculo. En este lugar del monte, donde pagan sus culpas los voraces, crece el árbol de la templanza. Un árbol con frutos de aroma ameno, junto al cual corre un arroyo; ambos excitan el hambre y la sed de las almas que, al no poder comer ni beber, toman la continencia que no ganaron en vida (Cantos XXII a XXIV).
- Séptimo círculo. El fuego abraza las almas de los lujuriosos (Cantos XXV a XXVII).
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Paraíso
El viaje por las esferas celestes, que termina con la visión de Dios, es el más complicado de todos. La sensiblería va quedando atrás, accediendo paso a lo puramente claro. El poema representa la circulación con una luz de fuerza creciente. Al final, es una luz deslumbradora que hace de la visión algo imposible; no obstante, convoca con mayor fuerza a la intuición y al pensamiento.
El Paraíso es una región fraccionada en nueve cielos y cada uno de ellos anuncia, en cierto grado, del bien. De igual forma, las almas invaden un orden conforme a la naturaleza de sus acciones virtuosas (Canto I).
- Primer cielo. De la Luna. Están aquí las almas que se bendijeron a la vida monástica, pero que después se vieron exigidas a romper sus votos (Cantos II a V).
- Segundo cielo. De Mercurio. Aquí están los espíritus que crearon acciones buenas mientras buscaban el honor y la gloria (Cantos VI a VII).
- Tercer cielo. De Venus. Las almas que forjaron el bien movidas por el amor (Cantos VIII y IX).
- Cuarto cielo. Del Sol. El espacio para las almas de los sabios. Ellas explican a Dante que, cuando revivan en cuerpo y alma, serán más gratas a Dios, pues al fin gozarán de un ser completo (Cantos X a XIV).
- Quinto cielo. De Marte. En este lugar reciben su premio quienes pelearon y murieron por defender la religión (Cantos XV a XVIII).
- Sexto cielo. De Júpiter. Las almas que fueron modelo de justicia (Cantos XIX y XX).
- Séptimo cielo. De Saturno. Las almas de los contemplativos (Cantos XXI y XXII).
- Octavo cielo. Estrellado. Este es el cielo de los bienaventurados y aquí Dante, convocado por san Pedro, san Jaime y san Juan, examina el modo en que ha vivido las virtudes de fe, esperanza y caridad (Cantos XXIII a XXVII).
- Noveno cielo. Cristalino. Aquí están las almas que lograron un mayor conocimiento de Dios y, por tanto, manifiestan el máximo amor hacia Él (Cantos XXVIII y XXIX).
Acabado el recorrido por las nueve esferas celestes, Beatriz lleva a Dante hacia el Empíreo. Es en esta región, totalmente inmaterial, donde reside Dios. La imagen es sugestiva: Un encuentro con la luz absoluta y nada más. Al poeta no le queda nada por narrar, más que una emoción de profundo gozo. Y justo aquí también termina nuestro resumen de la Divina Comedia.